Desde las aguas bañadas por el Atlántico hasta las cumbres del Parque Natural de Sierra de Aracena y Picos de Aroche; desde el Guadiana, frontera natural con Portugal, hasta el Guadalquivir, que anega las marismas del Parque Nacional de Doñana. Huelva es tierra de contrastes, de historia milenaria, de navegantes y descubridores, de tradiciones y folklore, de una gastronomía que quita el sentido, de gente hospitalaria y sencilla, de paisajes únicos y miles de experiencias por vivir.
Al norte de la provincia, colindando con Badajoz y el Alentejo portugués, la Sierra de Huelva es la comarca más extensa de la provincia y la que más municipios concentra, 29 en total, donde viven los más de 40.000 habitantes censados en la región. La mayor parte del territorio comprende los límites del Parque Natural de Sierra de Aracena y Picos de Aroche, el segundo espacio protegido más grande de Andalucía y parte de la Reserva de la Biosfera ‘Dehesas de Sierra Morena’.
Por los bosques de castaños y dehesas de encinas en las que se recrea el preciado cerdo ibérico en busca de bellotas, discurren caminos y senderos que son un auténtico regalo para los amantes de la naturaleza que vienen hasta aquí para disfrutar del turismo rural. Cada pueblo es un magnífico ejemplo de arquitectura típica y costumbres mantenidas inalterables durante siglos.
En la Sierra de Huelva se pueden contemplar castillos majestuosos como los de Cumbres Mayores, Cortegana y Santa Olalla de Cala, ruinas romanas como las de Turóbriga, en Aroche, caseríos de postal como los de Linares de la Sierra y Fuenteheridos, miradores naturales como el de Zufre, mezquitas como la de Almonaster la Real o monumentos de la naturaleza como el de la Gruta de las Maravillas de Aracena. Y en todos y cada uno de ellos se puede disfrutar de una gastronomía sin igual, donde el protagonista sin discusión es el cerdo ibérico.
Cualquier época del año es buena para descubrir un paraíso interior que se ha convertido por méritos propios en uno de los destinos rurales más visitados de España. Desde el otoño, cuando los bosques adquieren los tonos ocres, las castañas alfombran el suelo y las setas brotan entre las raíces de pinos y encinas, hasta la primavera, cuando el verde explota en una exuberante muestra del poder de la naturaleza.
Se trata de la comarca menos extensa y poblada de la provincia de Huelva, con tan sólo siete municipios y algo más de 15.000 habitantes. El rasgo distintivo de la misma es la actividad minera que durante siglos ha modificado el paisaje de la región, dando lugar a un entorno de una belleza singular donde los tonos rojizos de la tierra se encuentra a la vista e incluso tiñe el curso del río que cruza la comarca y da nombre a la localidad más importante de la misma, el río Tinto.
Con algunas minas aún en funcionamiento y otras muchas que pueden ser visitadas, este es un magnífico lugar para conocer el patrimonio industrial que dejaron fundamentalmente las empresas británicas asentadas en la zona en la segunda mitad del siglo XIX tras ser alquilados los terrenos a la Corona española. La visita al parque minero, por el que continúa traqueteando el tren de vapor de la época, así como el extenso catálogo de estaciones de ferrocarril, cerros y cortas, son uno de los grandes alicientes turísticos de la comarca, pero no los únicos.
La cuenca minera atesora uno de los conjuntos dolménicos más interesantes de la península, los del Pozuelo, en el municipio de Zalamea la Real, la plaza de toros más antigua de España en Campofrío, el barrio inglés de Bellavista en Riotinto, la represa de Gossan en El Campillo o el bonito edificio del Ayuntamiento de Nerva. Su ubicación en las faldas del Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche y su fácil acceso desde la provincia de Sevilla a través de la A-476, pone aún más fácil una visita a la comarca que nunca defrauda.
Entre las llanuras que dan paso a la costa occidental y las estribaciones montañosas de la Sierra, el Andévalo es una amplia comarca de tierras onduladas, cotos de caza, bosques y zonas de pasto que comparte frontera natural con Portugal al oeste siguiendo el curso del Guadiana hasta su desembocadura en Ayamonte.
Al no contar con grandes vías de acceso por carretera, la región ha permanecido relativamente aislada del desarrollo turístico de la costa y otras zonas rurales del norte. No es extraño, por tanto, que la ganadería, la agricultura, la artesanía o la minería sigan siendo los sectores productivos principales de una comarca donde aún se siente ese ambiente de pueblo tradicional en el que parece no haber pasado el tiempo.
De hecho, el patrimonio etnológico de los 14 municipios que integran el Andévalo es uno de los más importantes de Andalucía, con muestras antiquísimas de romerías, danzas, cantes, trajes y costumbres locales que continúan siendo practicadas por muchos de los cerca de 40.000 habitantes que residen en la comarca. Entre las muestras de cultura popular destaca con nombre propio el fandango, que nació en Alosno vinculado al trabajo en la mina, y que ha derivado en multitud de variantes que se cultivan en el resto de España. La gastronomía es otro de los reclamos fundamentales del Andévalo, con un protagonista predominante, el gurumelo, un hongo endémico de la zona que se prepara en guisos, revueltos y otras elaboraciones.
Recorrer las calles de pueblos como el Cerro del Andévalo, San Bartolomé de la Torre, Paymogo, Calañas o Sanlúcar de Guadiana es como viajar al pasado y reencontrarse con la importancia del folclore como pilar de la vida en comunidad.
Tierras llanas de viñedos, trigo y fértiles vegas, el Condado aglutina 17 municipios con más de 100.000 habitantes que se extienden en la mitad sureste de la provincia colindando al norte con la Cuenca Minera y el Andévalo, al este con la provincia de Sevilla y al oeste con el área metropolitana de Huelva.
Al ser una zona eminentemente rural con unas características climatológicas y medioambientales idóneas para distintos tipos de cultivo, el Condado cuenta con un rico patrimonio histórico y etnológico fruto del paso de civilizaciones como la romana, la musulmana o la tartésica, que hallaron en estas tierras un lugar perfecto para asentarse. El precedente de la organización territorial de la región lo marca la constitución del Condado de Niebla en el siglo XIV, otorgado por Enrique II a Juan Alonso Pérez de Guzmán y Osorio.
Tradicionalmente, la riqueza de la comarca ha provenido de la producción de vinos y vinagres, siendo una de las regiones vitivinícolas más antiguas de la península ibérica. Su máximo apogeo se vivió tras el descubrimiento de América, cuando los vinos del Condado eran exportados en grandes cantidades al nuevo continente y su calidad era apreciada en toda España. Hoy día se sigue produciendo vinos a base de la uva local, la zalema, así como olorosos y brandis renombrados internacionalmente, como el Luis Felipe, bajo la denominación de origen del Condado de Huelva, aunque algunos municipios se dedican en mayor medida a la agricultura de regadío dedicada a los frutos rojos, convirtiéndose en unos de las mayores zonas productoras de fresas y arándanos en Europa.
A la riqueza de la tierra se une la riqueza de su patrimonio, desde el natural, como el Parque Nacional de Doñana, reserva de la Biosfera y Patrimonio Mundial de la UNESCO, hasta el artístico-monumental, en el que destaca el Convento de Santa Clara de Moguer, el castillo de Niebla, la ciudad romana de Tejada la Vieja o las iglesias parroquiales de Almonte y La Palma. Todo ello, junto a un sinfín de tradiciones, fiestas y romerías, como la del Rocío, hace de la región un excelente destino turístico.
Con la mayor concentración de habitantes de la provincia, Huelva capital es el centro de la actividad económica y comercial de la misma. Flanqueada por la desembocadura de los ríos Tinto y Odiel, que confluyen en un paraje de marismas con un alto valor medioambiental, la ciudad palía la ausencia de grandes monumentos históricos fruto de la destrucción de la que fue objeto durante el terremoto de Lisboa de 1755, con una apasionante historia ligada al descubrimiento de América y a la herencia británica del siglo XIX.
Los lugares colombinos de La Rábida ilustran el rol trascendental que tuvo la ciudad en la expedición emprendida por Cristóbal Colón desde el puerto de Palos de la Frontera junto a un nutrido grupo de marineros palernos y moguereños, y su vinculación a otros monumentos de interés, como el Santuario de la Cinta que se alza en las estribaciones del Conquero, a tan sólo unos metros de unos de los parques urbanos más extensos de España, el parque Moret.
Paulatinamente, la ciudad se ha abierto hacia su ría, junto a la que ahora discurre un paseo marítimo desde el que contemplar cómo la tarde declina sobre el Muelle del Tinto, una obra de ingeniería legada por la compañía británica minera que también dejó su huella en el Barrio Obrero e influyó de forma determinante en la fundación del decano del fútbol español, el Recreativo de Huelva.
Con un ambiente tranquilo, la ciudad acoge al visitante en sus plazas concurridas y en las terrazas de los bares y restaurantes que bullen a cualquier hora del día y en cualquier época del año con onubenses (o ‘choqueros’) tapeando algunos de los preciados productos de la gastronomía local, y disfrutando de un clima con más de 3000 horas de sol al año y unas temperaturas suaves.
A la capital, se le une algunos municipios del área metropolitana, como Aljaraque, que incluye los núcleos de Corrales y Bellavista, Gibraleón, San Juan del Puerto y Palos de la Frontera.
Si hay algo que caracteriza a la provincia de Huelva de cara al exterior son las playas de arena dorada y pueblos marineros que se extienden en los más de 120 kilómetros de costa que van desde la desembocadura del Guadiana, que marca la frontera con Portugal, hasta la del Guadalquivir, en pleno Parque Nacional de Doñana.
Bañada por las aguas del Atlántico, la Costa de Huelva se encuentra enmarcada por distintos espacios naturales protegidos que han impedido un desarrollo urbanístico salvaje y han permitido una conservación adecuada del ecosistema que la hace única en el litoral español. Los 30 kilómetros de la línea de costa comprendida en el Parque Nacional de Doñana es una excelente muestra de este equilibrio medioambiental que también se da en el paraje Natural del Río Piedras y Flecha del Rompido, en los municipios de Cartaya y Lepe, o en el paraje Natural Marismas de Isla Cristina.
Junto a playas de ensueño en las que olvidarse de todo o donde practicar deportes marítimos, destacan algunos municipios asentados a orillas del Atlántico con una identidad marinera muy marcada. Desde Ayamonte, pueblo fronterizo, hasta Matalascañas, núcleo vacacional perteneciente a Almonte, se suceden pueblos en los que el trajín del verano da paso a un ambiente mucho más relajado durante el resto del año, cuando se puede disfrutar de igual modo de unas temperaturas suaves, un sinfín de horas de sol, y una gastronomía basada en los productos del mar, entre los que destaca la gamba blanca de Huelva, los chocos y las coquinas.
En Huelva se puede disfrutar de contar con algunas de las mejores playas de España y, en general, de una costa donde la naturaleza, la cultura, el clima y la gastronomía son los grandes reclamos.
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